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[:pb]Cannabis medicinal, de la euforia a la decepción[:]

[:pb]Negro lo lograste.

DE BUENOS AIRES

JUANA COPELLO

El 23 de noviembre de 2016 era un miércoles como cualquier otro en la capital porteña. Se acercaba esa época tan esperada y temida por los argentinos: fin de año. El calor de una primavera que se asemeja más al verano, la necesidad urgente de un tiempo de descanso, la desesperación por no llegar a terminar los compromisos y responsabilidades, la desilusión de no haber cumplido todo lo que uno se había propuesto hacer. Todo esto sumado a la inagotable impaciencia a las huelgas y manifestaciones que se realizan en la época más caliente del año: cinco días atrás una movilización impulsada por la CGT paralizaba el Centro porteño en reclamo por la sanción de la ley de emergencia social.

Para la mayoría de los argentinos era otro día más del círculo vicioso de la rutina. Juan Peñalba había entrado a trabajar en Osaka, un restaurante de comida japonesa ubicada en Palermo. Estaba en el vestuario, cuando entraron sus compañeros de trabajo, exaltados de la felicidad. Negro, lo lograste.

“No entendía qué carajo estaba pasando” – contaría Juan unas semanas después. Cómo iba a saber él que en ese mismo momento la Cámara de Diputados de la Nación acababa de dar media sanción al proyecto de ley de cannabis medicinal.

“Ahí fue cuando me cayó la ficha, caí en un llanto en el vestuario” decía él en noviembre de 2016, aún conmocionado por todo lo que había pasado. Ese día no fue un día como cualquier otro. No para Juan, ni para los integrantes de la ONG Mamá Cultiva, ni para la asociación Cannabis Medicinal Argentina. No para Marcelo ni Mariela Morante. No para Soraya, ni para María Laura, ni para Valeria.

Mariela y Marcelo Morante, médicos de la Universidad Nacional de La Plata, investigaron sobre los aportes medicinales del cannabis. Crédito: La Hora de Salta

Cuatro meses después la Cámara de Senadores aprobaba por unanimidad la ley de cannabis medicinal, que busca “establecer un marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor de la planta de cannabis y sus derivados, garantizando y promoviendo el cuidado integral de la salud”.

“Era todo tan diferente, era todo festejos y estaba buenísimo. Todo eso fue una farsa”

Juan recuerda la pelea en el Congreso por la legalización de lo que se había convertido en la única alternativa para mejorar la calidad de vida de su hija Violeta. Y cuenta cómo un año y medio más tarde la situación del cannabis medicinal en Argentina ha retrocedido. “Es todo desilusión y bronca. No hay voluntad política, no sabemos si no les importa”.

Antes de su legalización, la compra del frasco del aceite de cannabis era muy simple: se compraba por Internet a Charlotte’s Web, una empresa de los hermanos Stanley que se dedica a fabricar productos derivados de la planta de cannabis sativa, y tardaba una semana aproximadamente en llegar al país.

Hoy en día, la única manera de conseguir el aceite de cannabis de manera legal es a través del ANMAT – la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica. Es a través de un organismo del sector público. Es sinónimo de infinitos trámites que realizar, un sinfín de formularios que se deben rellenar, y de un proceso interno marcado por la burocracia tan característica de un Estado que no se ve capaz de manejar temas tan esenciales como la salud de muchos de sus integrantes.

Juan es uno de los tantos padres que decidieron recurrir a la medicina no convencional al observar que los fármacos que sus hijos tomaban no funcionaban. Es padre de Violeta, quien tiene 17 años y padece de Síndrome de West, una encefatología epiléptica refractaria. Estuvo internada en terapia intensiva cinco veces, tres meses cada uno. De tantas convulsiones que llegó a tener sufrió un desvío de columna, y debió ser operada por escoliosis múltiple a los 14 años. Su esquema de anticonvulsivos obligaba a Violeta a tomar 28 comprimidos al día, cada uno con los contra efectos que estos podían llegar a ocasionar. Y aún así, sufría unas 50 convulsiones diarias: “Nos vimos agotados a nosotros y a ella: estaba muy cansada todo el día, perdía mucho peso. No nos funcionaban los medicamentos, estábamos retrocediendo” contaba Juan en 2016.

En el 2015 una exposición en Cañuelas le mostró otra alternativa de sanar el dolor de su hija: comenzaron con una mezcla de alcohol con tetrahidrocannabinol – mejor conocido como THC, es el constituyente psicoactivo de la planta cannábica – denominada tintura. “Esto funciona en un punto, pero también tiene un contrapunto: puede derivar en un estatus convulsivo. Es decir, convulsiones más prolongadas y más agresivas. Nos pasó algo parecido a eso”. Luego recurrieron al óleo Charlotte’s Web, un aceite producido en Estados Unidos contiene aceite de coco, aceite natural, y un alto contenido de cannabidiol (CBD) y bajo tetrahidrocannabinol (THC). Más allá de eso, no tiene ningún componente químico.

La lucha fue – y es – larga y desgastante. Al principio su obra social se negó a reintegrar el primer frasco que Juan compró en el exterior. Argumentaron que el frasco de óleo no estaba dentro del Vademecúm. “Violeta tiene un certificado de discapacidad, y hay un artículo en ese certificado que establece que cualquier paciente que necesite un medicamento del exterior y que Argentina no puede proveer debe ser autorizado obligatoriamente. Les dije que había referentes pero no me escucharon. Presente un recurso de amparo, y allí expuse que OSDE no quería hacerse cargo del tratamiento. Lo que me estaba preocupando era que el frasco se estaba a punto de acabar y no puedo pedirle a otras personas que me den un poco del suyo porque estamos todos en las mismas circunstancias”.

Finalmente, el juez falló a su favor y logró llegar a un acuerdo con OSDE, que se comprometió a reintegrar el coste del frasco una vez que se presentara la factura de compra. La batalla se transformó en victoria, aunque no duró mucho tiempo.

El Estado fue el segundo paso. Luego de la legalización, el Ministerio de Salud, junto con el de Modernización, lanzó una plataforma virtual para todos los pacientes que buscaban el acceso al aceite. Allí debían cargar en el sistema distintos tipos de formularios para conseguir la autorización del ANMAT para poder comprar el aceite: un pedido de uso compasivo y uno de uso ético realizados por el médico tratante, un formulario de consentimiento firmado por el paciente y/o su representante legal, el original de la receta médica, resumen de la Historia Clínica del tratamiento solicitado, el Curriculum del médico interviniente, entre otros.

Todo funcionaba normalmente: el organismo aseguraba que en las 48 horas se notificaría al solicitante si se le aprobaba o no la adquisición del aceite. La situación empeoró en enero de 2018, cuando tuvieron que pasar un mes y 25 días desde la carga de los formularios para que Juan se enterase de que su solicitud había sido rechazada. “El tramite estaba visto pero no tenía respuesta. Estaba como estancado”. Y se iba enterando a través de los grupos de WhatsApp que él no era el único, que se estaba generando un patrón.

En mayo logró acordar una reunión junto con otros padres que se encontraban en la misma situación con el director de la ANMAT, el Dr. Carlos Chiale. El funcionario les explicó que la demora del trámite se debía a que dentro del área del Comercio Exterior de la Administración – el área que se ocupa de importar el aceite – habían procesado a cuatro empleados que se dedicaban a “truchar” los trámites, para comprar por fuera y vender en el mercado negro. Por eso se realizó una auditoría interna y se demoraron todos los trámites. “Le jodieron la vida a millones de pacientes” dice Juan, en un tono en el que se mezclan la desilusión, la bronca y la frustración.

Luego de muchas idas y vueltas, finalmente logró conseguir la autorización del organismo para poder adquirir el aceite de Charlotte’s Web, pero eso no es lo único que están reclamando los pacientes y/o sus familiares. También buscan cambiar el sistema a través del cual la Anmat realiza el trámite: volver al procedimiento anterior, que era en papel físico: la persona se presentaba en ventanilla con el formulario, y en una hora se iba con el trámite aprobado. “El Ministerio de Modernización hizo un sistema que no es viable con el Anmat para lo que es el trámite: no todos tienen acceso a una computadora, no todos saben ingresar los formularios, no todos tienen plata para comprar el medicamento ni acceso a Internet”.

Luego de que el Anmat autorice la compra, Juan debe depositar el dinero en una cuenta de Federal Med, el único distribuidor del frasco de Charlotte’s Web en Argentina. El frasco tiene un costo de 410 dólares. Antes de la legalización, el frasco se compraba por el sitio oficial de CW Hemp – la empresa de Estados Unidos que elabora el aceite – y se podía pagar en cuotas con la tarjeta de crédito. Hoy, el pago se realiza solamente en efectivo.

Qué dice la ley

La ley establece la creación de un Programa Nacional para el estudio y la investigación del uso medicinal de la planta de Cannabis, sus derivados, y tratamientos no convencionales, que funcionaría bajo la órbita del Ministerio de Salud. La subsecretaría que tiene el asunto a cargo die que están “esperando el protocolo de investigación para empezar a darle a darle la medicación a todos los que están inscriptos en el programa” pero no hay una fecha estimada de cuándo arrancaría.

Cuando se reglamentó la ley en el Boletín Oficial, en septiembre de 2017, se autorizaba al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y al Instituto Nacional de Tecnología Agripecuaria (INTA) a cultivar el “cannabis con fines de investigación médica o científica para la elaboración de la sustancia que como medicamento sirva para proveer a quienes estuvieren incorporados al programa, pudiendo convocar al Ministerio de Agroindustria estos efectos para diseñar y ejecutar los planes de producción a llevarse a cabo en el marco del programa. La Autoridad de Aplicación dictará las normas operativas y de procedimiento necesarias para hacer efectiva esta autorización”.

Sin embargo, desde el INTA se aseguró que “la investigación del cultivo del cannabis no está realizando” ya que primero necesita de un protocolo que debe realizar el Ministerio de Salud junto con el Anmat que indique los resultados sobre el uso y el manejo del aceite. Desde el organismo responden que “se puso a su disposición sus instalaciones pero aún estamos en la espera”, ya que no se trazaron líneas específicas que determinen el rumbo de la investigación, ni un grupo capacitado de investigadores.

La ley, en su reglamentación, establece que solo los pacientes que padecen de epilepsia refractaria pueden acceder al aceite, lo cual compone una pequeña parte de la población que demanda el aceite, entre los que se mezclan pacientes de cáncer, HIV, fibriomialgia, entre otros trastornos.

Hoy el Estado no produce aceite de cannabis, ni está investigando sobre la planta, y complica el acceso de miles de pacientes que buscan mejorar su calidad de vida. “¿Por qué si soy paciente me están complicando la situación para acceder? Lo estoy comprando, me estoy haciendo cargo yo, y encima me están poniendo trabas” dice Juan

Qué dice la comunidad cinentífica

El cannabis es uno de los tres géneros de planta de la familia Cannabacease. Dentro de este encontramos dos tipos de plantas: la cannabis sativa y la cannabis indica. El óleo que la mayoría de los pacientes utiliza para el tratamiento de su enfermedad proviene del cannabis sativa que está compuesto por 60 cannabinoides, siendo los principales el cannabidiol (CBD) y el tetrahidrocannabinol (THC).

Un fitocannabinoide es un compuesto orgánico en la planta del cannabis que activa los receptores cannabinoides del organismo humano, ubicados en los sistemas nerviosos centrales del hombre. Los receptores cannabinoides son aquellos involucrados en los procesos que involucran al apetito, al humor, a la memoria, y principalmente a la sensación de dolor.

“Nosotros tenemos receptores para cannabis en nuestras células, las células tumorales también, algunas tienen más como las del cerebro. Entonces el cannabis de alguna forma u otra las modifica. Tenemos el sistema propio que se llama endocannabinoide porque tenemos marihuana endógena y está en el organismo para equilibrar procesos. Cuando se produce un desequilibrio, el cannabis medicinal logra restablecerlo” afirma Marcelo Morante, médico y profesor de la Universidad Nacional de La Plata, quien, en la búsqueda de una solución para un problema de salud que sufría su hermana Mariela, viajó un mes a Canadá para investigar sobre la planta.

Mariela Morante es médica especializada en el tratamiento del dolor, y padeció de una afectación neurológica por lupus. “Me hicieron el tratamiento del lupus convencional, con quimiterapia con inmunosupresores, con un montón de medicación. Yo caí por la medicación en una depresión severísima, por muchos efectos adversos de los antiepilépticos. Mi hermano se había ido a Canadá a estudiar el cannabis y me pone al tanto para ver si podía ayudarme con las convulsiones y con mi estado de ánimo. Tenía una calidad de vida horrible: no hablaba, no podía trabajar, no podía estar con mis hijas, un desastre”. A los 4 días de arrancar el tratamiento con el cannabis Mariela ya comenzaba a sentirse mejor. Paulatinamente, le fueron quitando los antidepresivos y la medicación. “Yo volví a ser yo de vuelta” recuerda.

Cuando se recuperó, ambos decidieron comenzar a investigar y a lucha por la legalización del uso medicinal del cannabis. “Antes había mucha resistencia, ahora ya no. La apertura es mucho mayor”. Actualmente los hermanos Morante integran el equipo docente del primer posgrado universitario de América Latina que se especializa en endocannabinología y terapéutica cannábica – que el año pasado tuvo sesenta egresados y este año tiene 120 cursantes – y realizan un curso virtual a través de la Federación Médica de la Provincia de Buenos Aires sobre el rol del cannabis en la medicina moderna.

Más allá de que hoy haya más apertura que en el 2014, cuando los hermanos Morante comenzaron a investigar sobre el tema, aún hay cierta resistencia. Martín Nizama-Valladolid, médico y director ejecutivo de Investigación, Docencia y Atención Especializada de Adicciones del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado, de Perú, escribió un ensayo alertando sobre las posibles consecuencias en el usuario. “A pesar de las indicaciones que puedan existir para el uso de medicamentos derivados de marihuana y marihuana vía inhalada, es necesario evaluar la relación costo – beneficio de su uso prolongado, por el riesgo que implica a la salud de la persona” indica en su trabajo titulado “Desmitificación del uso medicinal de la marihuana: argumentos médicos, científicos y sociales en contra de su legalización”.

“El uso de cannabis en el manejo de la epilepsia es controversial ya que existen estudios científicos que sugieren que el cannabinoide es eficaz en la reducción de crisis convulsivas en pacientes con síndrome de Lennox Gastaut y síndrome de Drivet respectivamente. Mientras que otros estudios encuentran que la seguridad y la eficacia del tetrahidrocanabinol solo o utilizado en varias proporciones con CBD permanecen desconocidas en niños o adultos con cualquier síndrome de epilepsia. Dado el amplio y creciente uso de sustancias que contienen CBD y THC es esencial que los datos de seguridad y eficacia de estos derivados se busquen para informar tanto a los pacientes como a los médicos”. Aunque se haya aprobado en distintas partes del mundo el uso del cannabis para tratar estas enfermedades, el médico advierte que las investigaciones no han evaluado los efectos dañinos a largo plazo, y que faltan estudios que analicen el impacto médico, social y político poslegalización del uso medicinal del cannabis.

Martín recomienda que para utilizar la droga como medicina alternativa se requeriría de un proceso farmacológico de alta tecnología, para aislar, purificar y constatar la eficacia comparativa, y crear presentaciones adecuadas para su consumo, ya que la marihuana – como todas las drogas duras

– no contiene principios activos aislados y purificados, sino que es el resultado de mezclas de productos químicos con efectos diferentes, opuestos y generalmente dañinos. Su forma de consumo sería a través de tabletas, ampollas o gotas ofltalmológicas, “y no la forma absolutamente antimédica en el que ha sido propuesto su uso, que es la modalidad tradicional de consumo ilegal, sencillamente cultivando y fumando la marihuana tanto en forma de hojas, flores y tallos, así como de resina o aceite, elaborados con iguales procedimientos que los utilizados por los narco productores y narcotraficantes”.

Mariela dice no estar segura pero para ella los médicos que no están a favor del uso de la marihuana se basan en estudios científicos donde está por detrás la industria farmacéutica porque “no es una medicina que convenga a nadie, es de bajo costo y trae bastantes beneficios. A menos que venga un laboratorio que se dedique a cultivar cannabis” como es el caso de Charlotte’s Web, pero en Estados Unidos. Y que la evidencia científica existe en otros países del mundo, como Estados Unidos, Canadá e Israel, pero que en Argentina no se puede hacer por la ley de Drogas, que no la permite utilizar el cannabis como sustancia pata realizar estudios científicos.

“La única barrera que hay acá es la accesibilidad. No todos tenemos acceso al cannabis medicinal, ese es el problema y esa es la cuestión; y otro, es que también se ha generado una cuestión mágica que no es real con respecto al cannabis. Funciona para lo que funciona, no es para todo. Cuando está bien indicado, funciona genial. Pero también tiene contraindicaciones. Ahora la gente se le cae el pelo, tiene artrosis, usa cannabis. Tiene dolores de cualquier cosa, y usa cannabis. La molécula si se utiliza bien, si se resguarda, si se le hacen los estudios que corresponde, todo es fantástico. Ahora si la seguimos quemando así, no va a funcionar más pero yo creo que bien utilizada – estudiando, investigando y que todos se pongan en el mismo lineamiento – va a ser genial. Es genial”.

Qué pasa hoy

“¿Qué buscamos?” – dice Juan – “Que se regularice la situación cuanto antes por la salud de todos, y vamos a empezar a hacer esfuerzo por el autocultivo. Si espero que el Estado dé respuesta, se da lo que pasa con los jubilados. Yo no veo respuestas del Estado, lamentablemente”. Ver cómo se van achicando los gastos del Estado y cómo esto puede repercutir en el tratamiento del cannabis medicinal desde el Ministerio de Salud y el INTA obliga a Juan a contemplar seriamente el autocultivo como alternativa.

Y no es el único. En marzo de 2018 el juez federal salteño Julio Bavio falló a favor de una familia y la autorizó a cultivar en su domicilio 12 plantas adultas y 40 plantines de diferentes cepas de cannabis para la producción del aceite. Así, se podría continuar con el tratamiento del hijo de seis años, que sufre de neurofibromatosis y cuyos dolores no podían aliviarse con el Charlotte’s Web. “La mejora en su calidad de vida fue radical: debía tomar morfina y analgésicos muy potentes con efectos adversos sobre su salud, pero con el uso del aceite dejó de sufrir dolores agudos, empezó a tener amigos y comenzó a ir a la escuela, por lo que la familia no estaba dispuesta a suspender el tratamiento” dijo uno de los abogados de la familia, Guido Giacosa, al diario Página 12.

En julio, Mirta Susana Filipuzzi autorizó a la familia Navarro a conservar sus cultivos y la producción de aceite de cannabis, para continuar con el tratamiento de Joaquín, un chico de siete años con Síndrome de Tourette. En Las Grutas, Río Negro, María Eugenia Sar – la abuela del chico – y su marido Gabriel Navarro podrán seguir dándole a su nieto el aceite que el Estado no logró proveer.

“Todos estos casos sientan precedentes en la Justicia, te pueden absolver y dar continuidad al tratamiento” dice Juan, ya que sienta jurisprudencia para los reclamos de los pacientes y de las organizaciones no gubernamentales que buscan promover el uso del cannabis como alternativa medicinal.

Maria Eugenia Sar con su nieto Joaquín, quien padece de síndrome de Tourette. Crédito: Infobae

Mariela Morante admite que no está a favor pero “no hay mucha opción en realidad. Es tratar de no fomentar un mercado negro paralelo, asegurarse de cada paciente y hacerse cargo de la situación de necesidad de cannabis”. Cuenta que en otros países en los que ya se ha regularizado la compra y venta se arrancó primero por el autocultivo, pero con un seguimiento y control del Estado para que se logre un producto cercano al estandarizado, en dónde se pueda medir la cantidad de CBD y THC que tenga cada producto, y eso es lo que está faltando, obligando al usuario a buscar el aceite por una vía más artesanal. “Lo que pasa es que quiso garantizar la gratuidad para todos, y eso no cualquier sistema lo soporta, porque es tal la cantidad de demanda que los pacientes solicitan que no hay sistema que lo pueda sostener en el tiempo”.

Mariela cuenta que en la Universidad Nacional de La Plata, donde trabaja, se está contemplando en la Facultad de Ciencias Exactas crear un espacio en donde se puedan medir las concentraciones de CBD y THC del aceite de cannabis hecho desde el autocultivo a través de un cromatógrafo, “entonces vos de esa manera tendrías un producto más o menos estandarizado, y conociendo lo que estás consumiendo”.

Las decisiones de la Justicia ya repercuten en el Senado. El 21 de agosto Mauricio Macri se reunirá con el titular de la comisión de reforma y actualización del Código Penal, Mariano Borinsky, quien le entregará un nuevo Código, que incluye cambios en la tenencia de estupefacientes. En el nuevo Código, que pasará primero por el Senado y luego por Diputados, el cultivo personal seguirá el mismo criterio que la tenencia personal: si se da en “escasa cantidad y en el ámbito privado” no tendrá una pena. En una nota del diario Clarín, Borinsky aclaró que más allá de que en la ley se alude a los estupefacientes en general, se refiere principalmente al cultivo y consumo de marihuana.

Juana Copello es una estudiante de periodismo que está participando de “Jornalismo sem Fronteiras”, que lleva a periodistas y estudiantes de comunicación a Buenos Aires durante 10 días para que trabajen como corresponsales internacionales.[:]

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